Las culebras son organismos ideales para estudios de evolución y en particular de genética cuantitativa, debido a varias
ventajas (Rossman et al., 1996). Las hembras pueden ser
colectadas en el campo, durante la época reproductiva que generalmente es de abril a junio, y pueden mantenerse fácilmente en laboratorio hasta el nacimiento de sus crías, bajo una dieta que puede ser de alguna presa comercial no presente en condiciones naturales (como por ejemplo los peces
en especies semiacuáticas o las larvas de Tenebrio para algunas especies terrestres). Burghardt (1975) demostró que la
dieta materna no afecta las preferencias alimenticias de sus crías. Las camadas son de 4 a 20 crías, para el caso de las
culebras de agua del género Thamnophis, o hasta 30 crías para las especies de culebras de agua Nerodia (Seigel y Ford, 1987). Ambos géneros son de los más abundantes en muchas localidades de México (Conant, 1969), sin embargo, su
ecología e historia natural es casi desconocida para las especies endémicas de nuestro país (Rossman et al., 1996). Otra
ventaja de trabajar las especies locales de serpientes es la facilidad de su mantenimiento en laboratorio y la posibili-
dad de liberación de las madres y sus crías después de los estudios de genética cuantitativa, con la posibilidad de integrar los estudios de selección natural tiempo después de liberarlas.
Si se pretende reducir el ambiente familiar común en las crías, que puede sesgar los parámetros genéticos cuantitativos (Falconer, 1989), puede controlarse el ambiente del laboratorio, de tal manera que todas las culebras se someten a
un ambiente uniforme y así reducir la contribución del ambiente. Otro mecanismo complementario es separar individualmente a las crías inmediatamente después de nacer,
ya que las crías no requieren de cuidado parental (Arnold, 1981b). Aunque el ambiente familiar común durante el desarrollo embrionario de la camada no puede eliminarse, sí
se reduce el efecto postnacimiento. Con estos factores controlados es posible atribuir las diferencias del carácter en
estudio a causas genéticas.
Las crías, al nacer, son totalmente independientes de los
padres y presentan una amplia variedad de respuestas conductuales, por lo que los caracteres conductuales relevantes en la historia de vida de las culebras pueden ser fácilmente estimados, por ejemplo, la velocidad de locomoción (acuática o terrestre), que determina las probabilidades de captura
de presas y de escape a depredadores (Jayne y Bennett, 1990; Brodie y Brodie, 1999); las preferencias innatas hacia
olores o ingestiones de presas, que determinan las variaciones de la dieta (Burghardt 1970 y 1975), a las respuestas
antidepredatorias, que determinan las probabilidades de sobrevivencia (Brodie, 1989; Garland y Bennett, 1990; Brodie
y Russell, 1999; Brodie y Brodie, 1999). También los caracteres morfológicos, como el número de escamas ventrales
que son constantes con la edad y están involucrados en la locomoción de las culebras (Arnold, 1988; Jayne y Bennett,
1990; Brodie, 1989) o la intensidad de la coloración que determina la conspicuidad y, en consecuencia, las probabili-
dades de sobrevivencia (Brodie, 1989 y 1992; King, 1992;
King y Lawson, 1997).
ventajas (Rossman et al., 1996). Las hembras pueden ser
colectadas en el campo, durante la época reproductiva que generalmente es de abril a junio, y pueden mantenerse fácilmente en laboratorio hasta el nacimiento de sus crías, bajo una dieta que puede ser de alguna presa comercial no presente en condiciones naturales (como por ejemplo los peces
en especies semiacuáticas o las larvas de Tenebrio para algunas especies terrestres). Burghardt (1975) demostró que la
dieta materna no afecta las preferencias alimenticias de sus crías. Las camadas son de 4 a 20 crías, para el caso de las
culebras de agua del género Thamnophis, o hasta 30 crías para las especies de culebras de agua Nerodia (Seigel y Ford, 1987). Ambos géneros son de los más abundantes en muchas localidades de México (Conant, 1969), sin embargo, su
ecología e historia natural es casi desconocida para las especies endémicas de nuestro país (Rossman et al., 1996). Otra
ventaja de trabajar las especies locales de serpientes es la facilidad de su mantenimiento en laboratorio y la posibili-
dad de liberación de las madres y sus crías después de los estudios de genética cuantitativa, con la posibilidad de integrar los estudios de selección natural tiempo después de liberarlas.
Si se pretende reducir el ambiente familiar común en las crías, que puede sesgar los parámetros genéticos cuantitativos (Falconer, 1989), puede controlarse el ambiente del laboratorio, de tal manera que todas las culebras se someten a
un ambiente uniforme y así reducir la contribución del ambiente. Otro mecanismo complementario es separar individualmente a las crías inmediatamente después de nacer,
ya que las crías no requieren de cuidado parental (Arnold, 1981b). Aunque el ambiente familiar común durante el desarrollo embrionario de la camada no puede eliminarse, sí
se reduce el efecto postnacimiento. Con estos factores controlados es posible atribuir las diferencias del carácter en
estudio a causas genéticas.
Las crías, al nacer, son totalmente independientes de los
padres y presentan una amplia variedad de respuestas conductuales, por lo que los caracteres conductuales relevantes en la historia de vida de las culebras pueden ser fácilmente estimados, por ejemplo, la velocidad de locomoción (acuática o terrestre), que determina las probabilidades de captura
de presas y de escape a depredadores (Jayne y Bennett, 1990; Brodie y Brodie, 1999); las preferencias innatas hacia
olores o ingestiones de presas, que determinan las variaciones de la dieta (Burghardt 1970 y 1975), a las respuestas
antidepredatorias, que determinan las probabilidades de sobrevivencia (Brodie, 1989; Garland y Bennett, 1990; Brodie
y Russell, 1999; Brodie y Brodie, 1999). También los caracteres morfológicos, como el número de escamas ventrales
que son constantes con la edad y están involucrados en la locomoción de las culebras (Arnold, 1988; Jayne y Bennett,
1990; Brodie, 1989) o la intensidad de la coloración que determina la conspicuidad y, en consecuencia, las probabili-
dades de sobrevivencia (Brodie, 1989 y 1992; King, 1992;
King y Lawson, 1997).
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